La Inteligencia Artificial es una tecnología, un producto sofisticado, pero también una construcción social de la sociedad digital. Entre otros elementos, operan deseos diversos para superar los límites de la condición humana. Posiblemente, el deseo más ambicioso es el de la omnisciencia. La llamada Inteligencia Artificial es un conjunto de herramientas, tanto de hardware como de software, que amplían capacidades humanas mediante 'prótesis', es decir, mediante artilugios, dispositivos y algoritmos que llevan a mistificar lo que se hace y confundirlo con lo que se desea. Se sueñan máquinas y procesos para obtener resultados humanos de dimensiones no humanas. Los riesgos que corremos como individuos y como sociedades apuntan a distopías que ya se nos han mostrado en numerosas obras de ciencia ficción, en películas y series de televisión. Sabemos que el uso de la Inteligencia Artificial permite mecanismos de vigilancia generalizada. Éstos tienen usos múltiples, entre ellos la discriminación social en función de unos parámetros predefinidos e incluso formas de manipulación de las emociones y la conducta de la población en procesos electorales. Los riesgos y las oportunidades se extienden ambiguamente. La tecnología, en general, y la Inteligencia Artificial, en particular, no pueden quedarse al albur de su propia dinámica. Las oportunidades vienen cargadas de riesgos, el reto es construir una mejor sociedad donde independientemente de los territorios las personas estén en el centro.